lunes, 11 de marzo de 2013

Como aprendí a jugar al fútbol americano

Este es el cuento de cómo yo aprendí a jugar al fútbol americano. Cuando me fui de España a vivir en EEUU, empecé inmediatamente en el bachillerato, y por supuesto tenía clases de educación física, que en EEUU llaman “Gym” aunque se practique al aire libre. Como era el principio del año escolar, lo primero que hicieron fue sentarme y mostrarme un film sobre el fútbol americano que explicaba cómo se jugaba el juego a nivel profesional.  Me recuerdo que el locutor era un tal Frank Tarkenton, el mariscal de los Gigantes de Nueva York, y él hablaba mucho de cómo lanzar el balón, que es  puntiagudo.

Me encantó ver en el film como el balón puntiagudo giraba, lo cual le daba estabilidad giroscópica que hacía que volara de punta y tuviera mucho menos  fricción del aire. Este efecto  convertía  un guisante de cuero en una bala.

 Pero el profesor de “Gym” insistió que yo me fijase en lo que hacían los jugadores en la línea, porque me consideraba carne de cañón para ir  al frente y caerme a golpes con los grandotes del enemigo. Así que me fijé en la técnica, que consistía en  agacharme, lanzarme como un ariete y darle un empujón enorme al contrincante de turno, para después agacharme otra vez, y nítidamente agarrar al tipo que venía corriendo con el balón, meterle el hombro contra su cintura, levantarlo en el aire, y dejarlo caer velozmente de cabeza en el pasto así:
 
 
Esto era necesario  para herirlo y hacer que soltara el balón, sobre el cual yo me lanzaría para proceder a hacerme una tortuga, pues aproximadamente tres toneladas de carne humana iban a caerme encima para aplastarme y hacer que yo a mi vez soltara el balón.

El fútbol americano es un derivado del rugby ingles, el cual ellos aprendieron de los maoríes,  que lo practicaban antes de cantar algo llamado la haka para después aniquilar a sus enemigos.
 
 

Los ingleses lo copiaron,   se pusieron a cantar haka y jugar al rugby maorí. La tradición pasó a los Estados Unidos, pero todavía  se pueden ver sus raíces salvajes.
 
 
Yo tengo buena memoria, y casi me había quedado paralítico en Cuba haciendo judo, mas había aprendido a hacer karate callejero  en Madrid. Así que la técnica del futbol americano me fue fácil de aprender.  Después de todo lo único que hacían era empujarse, darse un par de golpes, y cuando más un desafortunado tenía que ser clavado en el pasto de cabeza para que soltara el balón.

Llegó el primer día, me llevaron a jugar después de aprender la teoría, y me colgaron unas banderitas de las nalgas.

Otra cosa, como yo había venido de España, no sabía nada de ingles al principio. Así que lo que decían en las películas de entrenamiento y lo que me explicaba el profesor de “Gym” me sonaba como si fuese polaco. Para que se lo imaginen, así es como me sonó cuando el profesor me dijo lo que iba a pasar:

Profesor: “Będziemy grać tooball flag”

Yo: “Vale”

Profesor: Nie używaj niczego uczyliśmy cię

Yo: “¿Eh?”

Profesor: Będziesz kogoś zabić, jeśli używasz, co cię nauczył

Yo: “Vale”

Profesor: Po prostu idź tam i spróbować chwycić flagę de off faceta w tyłek

Yo: “Si, jefe”

Para entonces me pareció que el profesor entendería que si la contestaba en castellano era porque estaba un poco cansado de su polaco. El entendió, se encogió de hombros y dio un pitido para que empezara el partido.

Yo me puse en posición como en la película, salte como un ariete cuando vi que el tipo en frente a mi derecha se metía el balón entre las piernas, y le di un empujón fenomenal al chaval que estaba frente a mí.  El problema que tenía ese imperialista era su tamaño. Era enorme, así que  pude meterle la cabeza por la barriga, lo cual lo derrumbó como un pino gigante cuando lo serruchan con una sierra mecánica.  Entonces vi al que tenía el balón corriendo hacia mí, lo  agarré como decía el film de entrenamiento, y lo tiré de cabeza en el pasto como recomendaba Frank Tarkenton.

El tipo soltó el balón, y yo me tiré sobre el  mismo esperando que inmediatamente  me cayeran encima las tres toneladas de gente. Pero no pasó nada. Levanté la cabeza y vi al profesor de “Gym” corriendo hacia mí con la cara roja y gritando en polaco. Yo no tenía la menor idea de lo que pasaba,  el me agarró por el brazo,  me llevó a un lado y me sentó, todavía dándome su discursito mientras yo meneaba la cabeza para que se calmara.

Meses después, cuando aprendí a hablar en ingles, y no me sonaba como si fuese polaco, me enteré que había estado jugando “Flag Football”, o sea futbol americano con banderas. Parece ser que las banderas que teníamos colgadas de las nalgas estaban ahí para ser tomadas como señal de que uno había tumbado al contrincante de manera simbólica.


Eventualmente aprendí a agarrar las banderitas como ellos, lo cual los puso muy contentos porque se habían creído que yo era un salvaje que quería dejar a alguien paralitico. Eventualmente mi nueva manera de jugar y el hecho de que aprendí a hablar ingles como un nativo  nos llevó a ser muy amigos, y después aprendí a jugar basquetbol y a recitar estadísticas de beisbol, pero eso es otro cuento.

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